La operación electoral de Morena, en las pasadas elecciones, fue sin duda una aplanadora.
Pero más allá del triunfo de Claudia Sheinbaum, la paliza con la que lograron obtener la mayoría calificada en la cámara de diputados. Estamos hablando de que, según estimaciones, Morena, PVEM y PT obtendrían entre 346 y 380 diputaciones de un total de 500 curules.
En el senado podrían llegar a tener 128 senadores. Y aunque no tienen mayoría absoluta en el congreso de la unión. Su inmenso poderío electoral demuestra que lograron el “plan C” que tanto anhelaba el presidente López Obrador.
Lo obtenido por la izquierda en el congreso, sin duda, es el dato más revelador de las elecciones.
Para nadie fue una sorpresa el triunfo de Sheinbaum, pero se pensaba que la oposición quizá tuviera una buena presencia legislativa, cosa que no sucedió. Fue una brutal masacre electoral.
Y eso es noticia, porque los mismos mercados reaccionan ante ello. Las bolsas mexicanas tambalearon durante la jornada del lunes 3 de junio hasta caer al terreno negativo, empujando el peso a su nivel más débil desde noviembre de 2023.
El sector empresarial teme que la mayoría del partido gobernante en el Legislativo le dé vía libre para aprobar reformas sin obstáculos que puedan afectar al sector privado.
Esto hace tambalear la economía mexicana y no recuperará su fuerza, hasta que la presidenta electa muestre su proyecto de gobierno para los año 2024 a 2030. Esto, luego de recibir day constancia de mayoría. Es su primer gran reto: serenar la incertidumbre.
Muera el rey, ¿viva la reina?
Demasiado se ha dicho que al haber ganado Sheinbaum, López Obrador seguirá dictando órdenes y gobernando desde su rancho en Chiapas. Se ha rumorado que la científica le aseguró al presidente que de llegar a ser candidata, haría lo que él le mandara.
Las similitudes entre ambos son demasiado notorias. Fue muy obvio que la estrategia de la exjefa de gobierno, fue parecerse lo más posible al presidente: La vimos defenderlo en sus discursos, pero más allá, utilizó la misma dicción; la forma de expresión lenta y con tono sureño que ha utilizado López Obrador durante todos sus largos años como candidato.
Y esto, tenía que ser así. Para muchos millones de mexicanos, el presidente es su líder moral político; sigue teniendo una inmensa popularidad; fue parte fundamental en el triunfo morenista.
Por supuesto que si la imagen del presidente le ayudaba, la científica utilizaría ese recurso como parte vital de su campaña.
Se parecen en muchas coincidencias ideológicas. Y aunque son de izquierdas comparten distintas, corrientes, mientras la de AMLO es una desarrollista y la de Claudia es progresista.
Sin embargo, coinciden en que su bandera es la justicia social. Recogen elementos liberales y nacionalistas de la Revolución Mexicana. Y busca proteger, ante todo, los derechos humanos.
Han estado juntos durante 25 años y crearon el partido que gobierna. Aunque ella tiene 61 años y él 70, surgieron políticamente del mismo contexto histórico, aquel que buscaba reivindicar el legado liberal de la Revolución haciéndole oposición a PRI.
Pero lo más importante está en las mismas palabras de Sheinbaum, que se convirtieron en su estandarte durante toda su campaña: “continuidad con sello propio”.
Para quienes han seguido de cerca las carreras políticas de ambos personajes, coinciden en que hay diferencias muy notables entre ellos.
Su personalidad es totalmente distinta. La forma extrovertida y relajada del presidente contrasta con la actitud concisa y tímida.
Mientras que AMLO le pedía a la gente abrazarse durante la pandemia, Sheinbaum utilizaba el subrebocas y pedía a la gente usar la sana distancia.
El presidente se muestra como un caudillo que enfrenta a los “neoliberales”. Pero Claudia refleja más a una servidora público técnica, profesional y poco relajada.
AMLO viene de unos orígenes humildes, de un Estado pequeño y alejado, como lo es Tabasco. Mientras que la presidenta electa ha vivido toda su vida en la Ciudad de México, perteneciendo a una clase media alta.
Claudia ha participado siempre en la academia, en un entorno intelectual. Mientras que AMLO surge de las luchas izquierdistas por los pueblo, el petróleo y otras causas. Dos ambientes totalmente opuestos.
Algo que los diferencia también, es que mientras López Obrador comienza su vida política en el PRI; Claudia nunca militó en ese partido.
La misión de la reconciliación
Tendrá que haber un distanciamiento sano de Sheinbaum con AMLO. La historia lo ha demostrado con cada presidente que era “impuesto” en los años sesentas y setentas en el PRI. Los llamados “delfines”, solían mostrar que el expresidente ya no gobernaba más, no importando que fueran del mismo partido.
Claudia debe mostrar ese “sello propio”, mostrando una forma de gobernar menos peleonera, como lo ha hecho el presidente durante años. Enfrentándose con empresarios, periodistas y miembros de la sociedad civil.
Debe estar concentrada en la concertación y dejar atrás las fobias del presidente.
La imagen de Claudia refleja la oportunidad de que una profesional llegue al más grande puesto, que pueda sentarse a negociar con presidentes que son líderes mundiales y empresarios de primer nivel mundial.
Que no tiene un ego inflado y sabe conciliar, justo como lo hizo con sus primeros adversarios para lograr la candidatura. Ella cohesionó el movimiento al agruparlos a todos en la campaña.
Después de la resaca electoral, vencedores y vencidos deben tomar un papel distinto al que se vivió durante años en un ambiente polarizado y confrontado. Y quien tiene que dar el primer paso es sin duda la presidenta electa.
El que llegue una mujer por primera vez a la presidencia es una gran noticia, simboliza progreso en igualdad de género, inspirando a futuras generaciones y promoviendo la representación femenina en la política. Para impulsar políticas más inclusivas y equitativas, reflejando mejor las necesidades de toda la población sin importar colores o ideologías. Eso es lo que Claudia puede enarbolar como la mayor causa, en un país sumido en la violencia y los odios políticos.