La entramada detención del “Mayo” Zambada. Por Caleb Ordóñez T.

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La caída del capo Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los líderes más poderosos del Cártel de Sinaloa -pero también de la historia del crimen mundial- marca un punto de inflexión en la reestructura de los grupos criminales más grandes del país.

Este acontecimiento, que ha acaparado por semanas los titulares y generado intensos debates, plantea interrogantes fundamentales sobre el futuro de la seguridad en el país y las repercusiones políticas que este evento podría desencadenar, no solo para los próximos días, sino para largos y cruentos años de posibles enfrentamientos.

Caleb Ordoñez

Desde hace décadas, desde las penumbras, Zambada ha sido una figura clave en el narcotráfico internacional, conocido por su habilidad para evadir la captura y mantener una estructura criminal altamente eficiente. Su arresto no solo es un golpe significativo para el Cártel de Sinaloa, sino también una victoria simbólica para el gobierno norteamericano, pero al mismo tiempo una confusión para el

gobierno mexicano, que ha estado bajo una tensa presión por años, para mostrar resultados tangibles en su lucha contra el crimen organizado. La cual ha sido catalogado como un fracaso.

La incomprensible y poco transparente detención de Zambada trae consigo un conjunto complejo de desafíos. Uno de los principales riesgos es la posible fragmentación del Cártel de Sinaloa, lo que podría desencadenar una ola de violencia similar a la que ocurrió tras la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán. La historia ha demostrado que la caída de un capo no necesariamente lleva al desmantelamiento del cártel, sino que puede provocar luchas internas por el control y una mayor violencia entre las organizaciones rivales que buscan aprovechar el vacío de poder.

En este caso, la combinación entre las detenciones del capo y de Joaquín Guzmán López, hijo del “Chapo” Guzmán, crea demasiados nubarrones alrededor, que ocasionan confusión y por lo tanto una peligrosísima división.

Incluso, el presidente ha atizado más esta situación al declarar que “al parecer fue un acuerdo entre autoridades del gobierno de Estados Unidos y estas personas”, probablemente refiriéndose a los hermanos de Joaquín Guzmán, quienes dirigen su propio cártel en Sinaloa.

Silencio y confusión.

Estos dichos ya han generado tensiones en la relación bilateral entre Estados Unidos y México. Pone en evidencia las diferentes y complejas dinámicas de cooperación y el conflicto entre ambos países en la lucha contra el crimen organizado.

Mientras Estados Unidos celebra la detención como una victoria en su guerra contra las drogas, en México las preocupaciones sobre las repercusiones internas, especialmente en términos de violencia y estabilidad en todo el país es un hecho que nadie puede negar.

Este episodio destaca la interdependencia y las diferencias estratégicas entre las naciones vecinas, recordándonos que, aunque el combate al narcotráfico es un esfuerzo conjunto, la visión, prioridades y consecuencias pueden variar drásticamente a ambos lados de la frontera.

Para quienes defienden desaforadamente a la 4T, la captura de Zambada puede ser vista como un intento de AMLO por fortalecer su posición en un momento en que su popularidad ha mostrado signos de desgaste.

En otras palabras, ha buscado de alguna manera ponerse la medalla que evidentemente, no le debería pertenecer.

Evidentemente el papel de Estados Unidos en esta operación si ha sido crucial, aunque no han esclarecido a nadie como fue la extraña aparición de los narcotraficantes en El Paso, Texas.

Como el principal mercado para las drogas que trafica el Cártel de Sinaloa, Estados Unidos ha buscado ser un aliado clave en la lucha contra el narcotráfico en México. Aunque evidentemente la relación está rota y este tópico ya es trascendental en los discursos de las campañas políticas en el aquel país.

La colaboración entre ambos países es fundamental para mantener la presión sobre las organizaciones criminales, pero también es indispensable la dependencia de México en la asistencia estadounidense para enfrentar sus propios desafíos. En eso, no se han podido poner de acuerdo por décadas.

Y quien definitivamente heredará este gigantesco problema es la presidenta electa Claudia Sheinbaum.

El futuro del narcotráfico en México durante el sexenio de Claudia Sheinbaum podría estar dominado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa. Ambos grupos han demostrado un crecimiento significativo, superando a las decenas de células delincuenciales que operan por todo el país. Factores como la captura de líderes clave y las alianzas con otros cárteles menores influirán en cuál se consolida como el más poderoso.

Claudia ha guardado completo silencio sobre la detención de Zambada, ni ha dado alguna referencia sobre los cárteles mencionados. Quizá, cuando presente a los titulares de la SEDENA y la SEMAR, dos asignaturas pendientes.

La política de seguridad de Sheinbaum será crucial para determinar cómo evolucionará esta lucha por el control del narcotráfico en el país. Pues quien ostenta el poder ejecutivo en turno debe gobernar a todos, incluso a “los malos” para asegurar la calma en una sociedad tan aterrada, como la mexicana.